En 2001, Michel Compagnon y su hermano viajaron a Estados Unidos para comprar una máquina recicladora para su empresa.

En aquel momento, su sueño era poder reciclar el equivalente en plástico a la Estatua de la Libertad (225 toneladas).

Actualmente, Comberplast, una empresa chilena con 45 años, ha logrado reutilizar 26 Estatuas de la Libertad de plástico al año.

«El plástico no es ni bueno ni malo. Es una herramienta, un material», afirmó Compagnon, quien durante su participación en el XVII Congreso Chileno de Innovación: ‘Desaprender y Emprender’, contó cómo Comberplast logró reinventarse para «ser parte de la solución y no de la polución».

Enfrentando el iceberg de plástico

Para Compagnon, algunos problemas son como icebergs, cuya profundidad es inobservable a simple vista.

«Cada uno tiene sus propios icebrgs y el mío es una bolsa de plástico flotando en el mar«, afirmó, al tiempo que proyectaba una famosa portada de la revista National Geographic.

Las consecuencias medioambientales del plástico era algo que en Comberplast ya se veían venir desde 1996.

Fue entonces cuando Compagnon y compañía se cuestionaron si lo que estaban haciendo estaba bien o había que reinventarse.

Decidieron romper con la economía lineal de «tomar, usar y botar», para dar paso a la economía del reciclaje.

Posteriormente, en 2010, implementaron la economía circular, para luego (siete años después) sumarle la industria 4.0.

«Para hacer este recorrido tuvimos que tomar decisiones estratégicas y, a la vez, difíciles«, resaltó Compagnon.

Además, Comberplast empezó a aplicar una serie medidas con respecto a su línea de negocio, pero con algo siempre presente: «el plástico nunca es un residuo, es un recurso».

Fue así como dejaron de fabricar productos de un solo uso, fomentaron la economía circular y decidieron «aportar desde la acción, no desde la opinión».

Sin embargo, destacó Compagnon, «nos faltaba algo».

Cambiando el mundo desde Comberplast

«Amo el plástico y el medioambiente, pero odio que estén juntos», comentó, agregando que, desde Comberplast, habían encontrado un propósito.

«Nos íbamos a dedicar a limpiar el mundo de plástico, usando el plástico como herramienta […] Esto más que un proyecto, es una causa y, además, un buen negocio», aseveró.

En ese sentido, han desarrollado diferentes planes para fortalecer su negocio y hacerle un bien a nuestro planeta.

Compagnon ahondó en tres de los principales proyectos de Comberplast en los últimos años:

-Una alianza con MbM para arrendar exhibidores y dejar de fabricar más de 40 mil de estos módulos que, al finalizar cada campaña, se desechaba.

Atando Cabos, una iniciativa que, tras un proceso de I+D, permitió reutilizar miles de cabos abandonados en la Patagonia para fabricar pallets y cajas para frutas.

Para 2018, ya habían reutilizado 1.500 toneladas de plástico obtenido de las gruesas cuerdas usadas por embarcaciones.

-La fabricación del primer producto proveniente de un doypack que tiene láminas de distintos plásticos y que era considerado irreciclable.

«Eso lo hicimos aquí, no en Silicon Valley, ni en la NASA […] En Chile hay innovación increíble», enfatizó Compagnon.

Asimismo, y a pesar de que «innovar en Chile es difícil», hizo una invitación a que las empresas «busquen cuáles son sus imposibles y un propósito que inspire a su gente, van a conseguir cosas increíbles».

Muchas cosas han cambiado desde que Compagnon se propuso reciclar una Estatua de la Libertad al año.

Hoy la meta es «hacer una Estatua de la Libertad a la semana, luego una al día y cuando consiga eso… ¡me cambio de monumento!«.

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