Desde que se produjo el estallido social, se han hecho distintos análisis sobre las causas de dicho episodio.

Economistas, políticos, sociólogos y expertos de distintas áreas han dado su punto de vista del antes y el después del 18 de octubre.

Durante la primera etapa del Encuentro Nacional de la Empresa 2020 (ENADE), el arquitecto Pablo Allard dio su parecer sobre el tema, y lo hizo desde la mirada del espacio público y las desigualdades.

«Quiero mostrar, desde la ciudad, algunas de las razones del estallido», señaló.

Dolores de crecimiento

Allard aseguró que «las ciudades son un reflejo de la sociedad» y oportunidades para el cambio.

Sin embargo, el decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad del Desarrollo resaltó que, si no somos cuidadosos, «también pueden ser bombas de tiempo».

En retrospectiva, Allard recalcó que durante los últimos 40 años Chile dio un salto con grandes beneficios y enormes costos.

«Es lo que yo llamo dolores de crecimiento«, dijo.

Para el arquitecto, Chile estaba en un oasis, donde las políticas públicas habían logrado un impresionante nivel de cobertura.

Pero este oasis también estaba empezando a «presentar nuevos desafíos».

La vivienda como política social

Durante la segunda mitad del siglo XX, explicó Allard, «la vivienda empezó a verse en Chile como una política social».

Desde 1974, cerca de 3,6 millones de familias logran salir de los campamentos, destacó el arquitecto.

El éxito de las políticas, desde el punto de vista cuantitativo, hizo que, por ejemplo, en 2010 se entregaran casi 100.000 subsidios de viviendas nuevas.

En ese sentido, los subsidios produjeron que «el Estado dejara de construir y los privados tomaran este rol».

«El mapa empezó a cambiar y se produjo una cosa tremenda: como había pocos recursos y había que optimizar, el valor de suelo empezó a expulsar a la vivienda social lejos de las oportunidades«, señaló Allard, añadiendo que «la bomba estaba empezando a hacer tic tac».

«La oferta y demanda de bienes públicos se alejaron»

Allard apuntó que la segregación comenzó a diseñar «una ciudad espantosa, completamente desconectada de las oportunidades».

Para graficar sus palabras, mostró un mapa en el que se ve cómo en el sector nororiente 600.000 chilenos tenían diez veces más áreas verdes, equipamiento, servicio, cultura y deporte que el millón y medio de personas que vivían en el sector sur oriente.

«El Estado llegó tarde a satisfacer estas necesidades y el retail salió en búsqueda de esas personas», rescató.

Además, resaltó que esto no es exclusivo de la capital, ya que en ciudades como Concepción y Castro también ocurre.

Por otro lado, se refirió al surgimiento de una clase media que, debido al acceso a la educación superior, al crédito y la bancarización, «comenzó a exigir nuevas soluciones».

Allard añadió que el surgimiento de soluciones como los «guetos verticales» eran «síntoma de que el Estado no fue capaz de generar viviendas sociales de bajo costo en zonas centrales«.

¿Y el transporte?

En su intervención, el director de la Fundación Chile también se refirió a temas como transporte y movilidad.

«El Estado pensó: ‘si están lejos, acerquémoslo lo más rápido posible a las oportunidades’. Y nuevamente falló en la provisión de transporte«, expresó.

Allard comentó que en este ámbito se tuvo «la peor política pública diseñada e implementada en democracia».

Ante la estigmatización del transporte público, el metro «salvó la película al hacerse accesible y, además, se validó socialmente«.

Pero, aunque el metro «garantizó tiempos de viaje y dignidad», había un problema:

«Era el único cordón umbilical que conectaba a estos tres millones de chilenos con las oportunidades y, además, se convirtió en un hecho político cuando el Presidente anunció el fin de Transantiago«.

«…y la bomba estalló»

Allard señaló que mientras la ciudad se transformaba, «las proyecciones apuntaban que el crecimiento de la clase media iba a ampliar el cono de altos ingresos«.

Esto generaría barrios mixtos de clase media y poco a poco la ciudad se diversificaría.

«La bomba seguía haciendo tic toc; si no cambiábamos el mapa a tiempo tendríamos una crisis urbana sin precedentes«.

Tras esta afirmación, agregó: «El mapa, en 10 años, no cambió… y la bomba estalló«, refiriéndose al estallido social.

Allard aseguró que «el foco se perdió» y esto lo ejemplificó con cifras.

En diez años, Chile pasó de 500 campamentos a 800, y las familias viviendo en dichas condiciones aumentaron de 27.000 a casi 50.000.

«Abandonamos a la clase media», enfatizó el arquitecto, resaltando que el 50% de estos hogares optaban por campamentos «porque no les alcanza para pagar el arriendo».

«¿Por qué la gente reaccionó así?»

En su análisis, Allard puso sobre la mesa una pregunta que se hizo común tras el 18 de octubre: ¿Por qué la gente reaccionó así?

«La rabia no era contra el metro, era contra el Estado«.

En ese sentido, enumeró una serie de elementos relacionados a problemas de coordinación y gestión del Estado:

1 – Agendas sectoriales y toma de decisiones fragmentadas

2 – El Sistema de Inversión Pública es demasiado lento

3 – Estructuras centralizadas y débiles capacidades locales

4 – Falta de experiencia en procesos participativos

5 – Creciente desconfianza en la asociación público-privada

6 – Dificultades para comunicar la complejidad de planes y proyectos

«Tenemos que encontrar una fórmula para empezar a conducir nuestro desarrollo hacia la creación de confianza«, puntualizó, culminando su intervención con una frase para la reflexión:

«Inversión en ciudad no es un gasto, es un atajo hacia la equidad».

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