“Cuando hablamos de modernización del Estado, tenemos que entender que el Estado está al servicio de las personas y, por lo tanto, su quehacer debe estar centrado en las personas”.

Con esta frase, Michéle Labbé, integrante de nuestro Círculo de Economía y Finanzas, inició el quinto capítulo del ciclo “La Semana Económica”, transmitido el lunes 15 de mayo.

La economista y conductora reconoció que, si bien hay habido avances, se critica que la estructura del Estado chileno es de mediados del siglo XX y que no permite gestionar correctamente.

Para conversar sobre cómo modernizar el Estado, este capítulo tuvo a dos invitados que se han desempeñado en esta área:

Raphael Bergoeing — Doctor en Economía de la Universidad de Minnesota, Presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP), y Concejal de la Municipalidad de Providencia.

Mario Waissbluth — Doctor en Ingeniería de la Universidad de Wisconsin, consultor asociado en el Centro de Sistemas Públicos de la Universidad de Chile (CSP), y ex integrante del Consejo de Alta Dirección Pública.

¿Qué es la modernización del Estado?

Para abordar cómo modernizar el Estado, es necesario saber qué significa para cada invitado.

Waissbluth manifestó que lo primero es entender que “las instituciones del Estado tienen que estar al servicio de las personas”.

En este sentido, citó las mediciones realizadas por la OCDE en materia de eficacia y eficiencia. “Eficacia es cuánto el Estado logra, mientras que eficiencia es cuánto es lo que el Estado logra comparado con lo que gasta”, explicó.

Según el organismo internacional, en eficiencia, Chile está cuarto a nivel mundial y, específicamente en salud, por ejemplo, ocupa el primer lugar, señaló el Doctor en Ingeniería, sin desconocer las grietas del sistema.

Raphael, por su parte, sostuvo un análisis en relación con el presupuesto disponible.

“Tenemos un Estado que en una serie de dimensiones consigue generar resultados que, en comparación con los recursos que tiene, son muy positivos”, afirmó.

A su vez, enfatizó en cómo es la relación del Estado con sus ciudadanos.

“El Estado no es propiedad de los burócratas, sino que, de los ciudadanos, trabajen o no en él, e independiente del rol que se estén desarrollando personal o profesionalmente”, señaló.

En esta línea, expresó cómo los ciudadanos pueden fiscalizar la organización política más grande e importante.

“El Estado tiene que ser analizado de manera dinámica y permanente desde el escepticismo, porque es un imperativo ético por los recursos que maneja. Tiene que ser sometido al escrutinio y transparencia”.

A su vez, se refirió al vínculo que debe existir con los ciudadanos desde una óptica económica.

“No hay nada más dañino para un país que las personas no confíen en el Estado porque degrada la democracia. Desde una perspectiva económica, lo obliga a usar muchos más recursos para conseguir determinados resultados”.

Por último, compartió una evaluación sobre cómo ha sido la modernización del Estado chileno y sus impactos en la población.

“Es un Estado que está en la mitad del camino, que tiene mucho por recorrer y que, mientras no lo haga, la capacidad para tener un país más justo y próspero, es baja”.

¿Cómo enfocar la modernización del Estado?

Si bien los tomadores de decisiones coinciden en que es necesario modernizar el Estado, existen muchas formas de hacerlo.

“Un Estado que de verdad es precario y que no solo no tiene la capacidad de entregar un servicio razonable, sino que no es capaz de hacer cargo de más recursos con objetivos básicos, es un Estado que no tiene ninguna posibilidad en el corto plazo de hacer algo”, sentenció Bergoeing.

Sin embargo, distingue que, en medio de este panorama, el Estado cumple, pero para ser más preponderante, tiene que avanzar.

“Tenemos un Estado que, afortunadamente, y a pesar de sus enormes desafíos, tiene la capacidad de hacerse cargo de desafíos complejos si es que sigue avanzando”, señaló.

También tocó un tema que reflota en este debate: agrandar o achicar el Estado.

“La caricatura en que, agrandando el Estado, resuelves los problemas, o achicándolo, mejora la situación, es falsa”, sostuvo.

Waissbluth, por su parte, puso el énfasis en las personas que están en los altos cargos.

“Creo que, con la Alta Dirección Pública, es decir, poner a los que tienen que estar dónde tienen que estar, tenemos que dar un salto cuántico. Hemos avanzado desde principios de los años 2000, pero falta”.

¿Cómo dar este salto? En su opinión, el debate constitucional y, especialmente, los consejeros, tienen mucho que aportar porque se trata de un tema de esta índole.

“Les pido a los consejeros darle autonomía al Consejo de Alta Dirección Pública, extender los cargos, hacer concursos y seguir avanzando en esa dirección significativamente”, expresó.