Originalmente publicado en El Mercurio.
Este año, Enade se realiza en un momento decisivo para Chile. Vivimos tensiones políticas y enfrentamos grandes desafíos. Una de las prioridades para los chilenos es el crecimiento económico y la creación de empleos de calidad. Mientras el crecimiento se mantiene cercano al 2% que arrastramos hace años, el desempleo sigue en valores históricamente altos. A ello se suma el reconocimiento transversal de todos los sectores de que la situación de seguridad debe ser abordada con urgencia y eficacia.
Ese es el contexto, pero Chile puede y merece más. Mucho más.
El diagnóstico es claro y conocido: si mantenemos la trayectoria actual, nos tomaría décadas duplicar el ingreso de los chilenos. La productividad está estancada hace 15 años, la inversión debe despegar y la informalidad mantiene a cientos de miles de trabajadores fuera de la protección social y de mayores oportunidades.
Frente a este cuadro, los consensos —esos propósitos nacionales básicos— no son un lujo: son una condición de viabilidad. Chile ha demostrado que puede avanzar cuando ‘orden’ y ‘progreso’ no son solo ideas, sino motores concretos que nos lleven al desarrollo. Los consensos se construyen y se sostienen, no desde las palabras, sino desde la acción articulada y con resultados verificables, que mejoren la calidad de vida de las personas.
Como país, debemos propiciar con determinación un espacio de unidad donde el Estado, la empresa privada, la sociedad civil y la academia avancen en una estrategia común para enfrentar los enormes desafíos que nos presenta el futuro: seguridad, desarrollo, crecimiento sostenible y empleo. A ello debe sumarse la meta de aumentar nuestras exportaciones sobre la base de las renovadas ventajas competitivas de nuestros recursos naturales: minería, energía, turismo, forestal, acuicultura y agricultura. El calentamiento global, el cambio demográfico, el impacto de la inteligencia artificial en el mercado laboral y la productividad son otros desafíos tan grandes y complejos que solo unidos podemos enfrentarlos.
Este es el debate de fondo detrás del programa de Enade 2025. Este año hemos buscado que, tanto en la forma como en el fondo, el Encuentro Nacional de la Empresa represente a todos los sectores. Enade 2025 es, en sí mismo, una invitación a la acción colectiva y a la corresponsabilidad. El mundo de la empresa cree en ciertos valores, principios y políticas que han probado ser eficaces para promover el desarrollo económico y social. También tiene la capacidad y disposición para escuchar a quienes difieren de ellos.
Hoy es un momento para avanzar hacia una gobernanza que acelere la inversión y simplifique la permisología, al tiempo que fortalezca la innovación, la productividad y la formación de capital humano.
El empresariado tiene un deber irrenunciable: dinamizar la economía, pero también aportar al debate público con transparencia y visión de largo plazo. El Estado requiere fortalecer sus capacidades técnicas, ya que así, cuando trabajamos en equipo y sumamos nuestras experiencias, somos mejores y podemos lograr más.
Enade 2025, bajo el lema “Verba et Facta” —palabras y hechos—, convoca a levantar la mirada, salir del cortoplacismo y de las disputas pequeñas para pensar en una hoja de ruta compartida, en un sueño país. Se trata de una invitación amplia y concreta para volcarnos a una estrategia por un crecimiento radical y sostenible. Porque el tiempo de las declaraciones y los diagnósticos debe dar paso al tiempo de la acción.
En el próximo Enade expondrá quien será la o el próximo Presidente de la República. Existen algunas urgencias que los ciudadanos demandan, como la seguridad y el empleo, que probablemente serán temas relevantes en las presentaciones de los candidatos presidenciales. El país espera conocer propuestas específicas, pasando del ‘qué’ al ‘cómo’. Enade será una oportunidad privilegiada para ello.
La responsabilidad con las próximas generaciones exige que pongamos todas las capacidades sobre la mesa —estatales, empresariales, académicas y civiles— para recuperar la esencia ‘hacedora’ de Chile. Esa que en el pasado nos permitió superar el analfabetismo, la desnutrición infantil y la baja escolaridad, por citar solo algunos ejemplos de progreso. Volvamos a construir país juntos, con resultados medibles y con metas alcanzables.