He participado en muchas ceremonias anuales de ICARE, pero nunca me imagine que un día estaría en este estrado de cara al público, teniendo además como compañero de homenaje nada menos que a don Andrónico Luksic Abaroa, fundador de uno de los grupos de empresas más importantes de Chile.
Considero que este momento, hoy y aquí, es la verdadera culminación de mi carrera empresarial.
Quiero agradecer esta generosa distinción al presidente de ICARE, don Ricardo Bacarreza, a su directorio y jurado. También quiero agradecer en forma muy especial a Chile, este maravilloso país, mi patria por adopción, por haberme dado la oportunidad de desarrollarme como empresario.
Mi historia es posiblemente más accidentada que la de otros colegas y tratare de describirla brevemente.
Nací en 1922, en Praga, Checoslovaquia, país democrático recién formado después de la primera guerra mundial.
Mi padre fue un gran empresario. Ingeniero con postgrado en Hamburgo en la especialidad de construcción de barcos fluviales. Fundó en la rivera del rio Moldava en Praga un astillero. Producía principalmente barcos de carga, barcos para turistas y al acercarse a la segunda guerra mundial, barcos fluviales de guerra.
Mi familia estaba compuesta por mi padre, mi madre y mi hermano Jorge, 4 años mayor que yo. De mi padre recibimos las primeras clases empresariales. Nos decía que ser empresario con éxito exigía demostrar desde jóvenes una disciplina férrea y la decidida voluntad de ser los mejores en todo lo que estábamos haciendo.
Nos exigía que estuviéramos siempre por lo menos entre los tres primeros de la clase. Recuerdo también que un día nos enseño como debía proyectarse la vida de un buen empresario.
Dijo: hasta los 25 años, hasta cuando terminen los estudios universitarios, yo me preocuparé de su bienestar. Entre 25 y 35 años Uds. van a trabajar, van a casarse y tener familia, van a comprar una casa, y en general deberán consolidarse.
Luego agrego: muchachos, escuchen bien, si después de los 35 años su principal preocupación no son los impuestos, es porque no han tenido éxito.
Lo que no podía saber mi padre entonces era que en 1939 Checoslovaquia seria invadida por las tropas nazis y que él moriría de un infarto el mismo día de la invasión, el 15 de marzo de 1939, a los 52 años de edad.
Por nuestra ascendencia judía, pase 3 años y medio, entre 1942-45, en campos de concentración como Auchwitz, Goleschau y sachsenhausen.
Sólo una prima y yo sobrevivimos al holocausto .Todo nuestro grupo familiar, unas 38 personas, fue exterminado.
Acabada la guerra en 1945, mi prima Hana y yo volvimos a la liberada República Checoslovaca y, cuando nos recuperamos un poco, descubrimos que éramos los únicos herederos de vastas fortunas familiares. Yo fui nombrado por los tribunales albacea de la herencia y mi prima se convirtió en una muy talentosa y bella actriz, que luego de casó con un famoso actor checo.
Así a los 23 años, sin experiencia y sin estudios universitarios, me hice cargo, como gerente general, de dos grandes industrias de un tío. Una producía ventilación para las minas e industrias y la otra mecánica fina, durante la ocupación alemana fabricaba partes y piezas para aviones de guerra. Con la ayuda de los ingenieros y ejecutivos checos y más de 500 trabajadores reconvertimos las fabricas para la producción de la paz, calculadoras, copiadoras, maquinas de escribir y otros. Nos fue muy bien y las fábricas no daban abasto.
Gran parte de Europa estaba destruida y nosotros trabajábamos en tres turnos para poder cumplir el máximo de pedidos. Empezamos a ganar dinero de verdad.
Me sentía realizado en mi actividad empresarial. Estudiaba de noche para terminar el bachiller primero y después estudie leyes. Contrate un equipo de abogados para atender la herencia.
El gobierno dicto una ley especial que declaraba a los desaparecidos durante la guerra legalmente muertos en tan solo 3 años.
El plazo vencía en junio de 1948. Pero el 25 de febrero de ese mismo año, bajo las ordenes de Stalin, los comunistas checoslovacos terminaros con la democracia e instauraron una república popular al estilo soviético.
Naturalmente confiscaron todos los bienes y la gran fortuna familiar se perdió.
Así aprendí mi segunda lección empresarial: “lo que ganas rápido, puedes perderlo más rápido todavía”.
En junio de 1948me asile en Francia con solo 500 dólares en el bolsillo. En parís en 1949 me case con mi actual esposa, Jana Turek, también checa refugiada del comunismo y a ella quiero agradecer hoy su leal y cariñoso apoyo durante los 47 años de nuestro matrimonio y de mis esfuerzos empresariales. Jana a pesar de su delicada salud está presente aquí y pido un aplauso para ella.
En Francia hice toda clase de negocios que nos aseguraron una vida bastante holgada, pero no ahorre nada. A insistencia de mi esposa buscamos donde ir para alejarnos de Europa que, en aquel tiempo, parecía demasiado débil como para resistir el avance del comunismo.
Nuestra suerte fue que conseguimos visa de inmigrantes para Chile. Llegamos a Valparaíso en mayo de 1950, con unos pocos dólares y sin saber una palabra de español.
Sin el idioma era imposible obtener un empleo, mi única opción era ser empresario. Tuve la suerte de poder asociarme con Larry Gray, un amigo también recién llegado a Chile. De origen ruso Larry vivió toda su vida con su familia en Shanshai y cuando Mao Tse-tung ocupo China se refugiaron en Francia. Fue ahí donde nos conocimos y nos hicimos muy amigos. Como yo no tenía capital, Larry ofreció prestarme 50% y empezamos juntos una empresa de comercio exterior. Nos fue muy bien y en el año 1955 Gray y Cía. Ltda. Ya estaba bien capitalizada y el préstamo de mi socio cancelado.
Entre 1951 y 1955 también nacieron mis hijos Daniel, Jan y Katherina. Estábamos justo empezando y a su vez preocupados si íbamos a poder mantener la familia, pero nuestros cariñosos amigos chilenos nos decían que no nos preocupáramos, ya que en Chile cada niño trae una marraqueta bajo el brazo. Así puedo decir que mi familia se convirtió en mi otra gran empresa y definitivamente la mas importante, entre otras fabricando marraquetas. Así, con mi querida esposa, asegure la continuidad de la especie “Platovsky”, que fue casi extinguida en la segunda guerra mundial, pero que hoy cuenta con 12 nietos que son el placer de mi vida. A todos ellos quisiera dedicar la distinción que hoy me ofrece ICARE.
En 1955 recibí mi nacionalidad chilena. Después de 7 años de ser un hombre sin patria, me sentí orgulloso de mi nacionalidad chilena y sigo sintiéndome orgulloso ya 41 años.
En 1956 nos asociamos con dos amigos Rafael Mellafe Rojas y Sergio Salas Quina, quienes en 1955 habían formado, en el puerto libre de Arica, la industria electrónica Mellafe y Salas Ltda.
Como ustedes pueden ver por alguna coincidencia del destino mi nombre no figuraba en el las empresas de las cuales fui socio, yo siempre era la Cía. Ltda.
Cuando vi que empresas ariqueñas tenían por contrato-ley la exención de todos los impuestos por 15 años, recordé el consejo de mi padre y decidí vender mi parte en Grey y Cía. Ltda. Y puse todo en Mellafe y Salas Ltda., empresa a la que me dedique desde entonces con entusiasmo t a tiempo completo durante 40 años.
Así empezó mi segunda aventura industrial. Acompañado por mis socios y apoyado por los ejecutivos y trabajadores, en pocos años no convertimos en una de las principales industrias electrónicas de Arica. Capitalizamos durante años casi todas las utilidades agrandando y diversificando nuestra empresa. Así llegamos felices y exitosos al año 1970. Junto con terminarse nuestras franquicias tributarias, comenzó en Chile el gobierno del presidente Salvador Allende. No necesito describirles el desastre en que termino la aplicación de políticas marxistas. En vez de desarrollo empresarial, empezó para nosotros la etapa de supervivencia empresarial.
Esta etapa terminó en octubre de 1972 cuando nuestros sindicatos declararon huelga de solidaridad con los camioneros y cuando nuestras industrias fueron intervenidas por el gobierno, que hizo uso de los famosos resquicios legales. Tengo que subrayar que nuestros 1.300 trabajadores nos demostraron su apoyo y solidaridad en aquel momento difícil y durante semanas no permitieron la entrada de los interventores. Pero finalmente perdimos la batalla y creo que me convertí así en una especie de caso excepcional, como para el libro de Guinness, al ser despojado de mis bienes dos veces por gobiernos marxistas, uno checo en 1948 y otro chileno en 1972.
Temiendo que Chile se pudiera convertir en otra Cuba u otra Checoslovaquia, decidí llevar mi familia al exilio voluntario, esta vez a México. La razón de elegir México era simple. Mellafe y Salas hizo muchos negocios con Motorola, empresa norteamericana de cuyo presidente y dueño, Bob Galvin, yo me había hecho amigo. Cuando Galvin supo lo que había pasado en Chile, me llamó y me ofreció la vicepresidencia de Motorola para América Latina. Acepté y nos instalamos en México.
La experiencia de trabajar como alto ejecutivo de una enorme empresa multinacional me ayudó a soportar el shock de la segunda expropiación y el shock de haber perdido Chile, mi patria de adopción, donde había dejado tantos amigos y tantos recuerdos.
Por suerte las Fuerzas Armadas chilenas salvaron a nuestro país y además inteligentemente y con eficacia implementaron la economía de mercado.
Llegue en el primer Braniff que aterrizó en Pudahuel en septiembre de 1973. Me contacté con el Gobierno Militar y obtuve la seguridad que las empresas serían devueltas a sus legítimos dueños, pero que teníamos que responder y hacernos cargo de eventuales pérdidas que los inventores causaron.
Conversé con mis socios y decidimos aceptar las empresas en el estado en que se encontraban. Solo cuando nos hicimos cargo en diciembre del 73 descubrimos que los interventores nos habían dejado una deuda -“deuda social” como la llamaron en Corfo- de varios millones de dólares. Fue increíble lo que hizo el interventor de Mellafe y Salas. Durante su año de gestión de venta total de la empresa fue menor que los sueldos pagados a los 1.300 trabajadores.
Junto con reorganizarnos, tuvimos que adaptarnos a la economía de mercado, que implementó entre otros una paulatina rebaja de los derechos de aduana de los televisores de 200% a 20% en unos 12 meses. Tuvimos que cerrar la industria en Arica, nos trasladamos a Santiago y empezamos a importar productos terminados. No me pregunten cómo pero lo hicimos y nos recuperamos rápidamente.
Ya consolidados en 1978 y con la deuda cancelada empezamos a respirar más tranquilos. Pero no duró mucho nuestra tranquilidad. En 1981 el mundo sufrió una crisis fuerte y la repercusión en Chile fue gravísima como Uds. Seguramente recuerdan. El dólar fijado equivocadamente en 39 pesos se devaluó bruscamente y como mucho de nuestros créditos bancarios eran en dólares sufrimos una nueva pérdida. No necesito contarles más detalles ya que muchos aquí presentes han conocido una experiencia parecida. Yo diría que la época de 81-84 fue la más difícil etapa empresarial de mi vida. La economía de mercado tiene reglas simples: los empresarios o solucionan sus problemas o desaparecen.
Tuvimos que renegociar nuestros créditos, pero gracias al apoyo y confianza de los bancos lo conseguimos. Nuevamente nos ayudo mucho la colaboración, lealtad y capacidad de nuestros ejecutivos y empleados. Ellos mismos, a través de sus sindicatos, nos propusieron rebajar sus sueldos en un tercio. Y así, en un esfuerzo mancomunado, superamos la crisis.
Cancelamos nuestros créditos a los bancos, consolidamos nuestras empresas y gracias a que la posterior transición a la democracia, inteligentemente no modificó la filosofía económica, nuestras empresas y en general el país entero ha tenido ha tenido muchos años de prosperidad y nuestro Chile se ha convertido en un ejemplo latinoamericano.
Quiero mencionar de paso que en el año 1989 cuando cayó el muro de Berlín, mi país natal, República Checoslovaca, se liberó después de 42 años de régimen comunista. Volví a Praga por primera vez después de tantos años. Me encontré con mis compañeros de colegio, con mis amigos y me di cuenta de la suerte que tuve yo de haberme ido a tiempo y de la suerte que tuvo Chile de haber conocido sólo un aperitivo de comunismo.
En 1991, junto con otros empresarios de origen checo, formamos la Cámara Chileno-Checa, de la que tengo el honor de ser presidente, y así nuestra pequeña colonia en Chile está ayudando a los nuevos empresarios privados de la República Checa, para que hagan negocios con Chile y viceversa.
En esta tarea tenemos un extraordinario apoyo de la Embajada Checa en Santiago y de la Embajada Chilena en Praga y el apoyo de muchos empresarios chilenos, quienes aparte de hacer buenos negocios tienen la oportunidad de visitar Praga, la ciudad más linda del mundo.
Vuelvo a mi historia.
Hoy, después de 10 años de continuo crecimiento del producto bruto chileno, de 6 a 7% por año, podemos decir que no solo saneamos nuestras empresas, sino que además nos expandimos y diversificamos hacia el área de las comunicaciones y la informática. Hoy tenemos un grupo de nueve empresas operativas con más de mil empleados. En los últimos años los fundadores nos retiramos paulatinamente de nuestros puestos ejecutivos y hemos entregado la responsabilidad a nuestros hijos. Con orgullo debo mencionar la gestión empresarial de mis hijos, ya que en los últimos años tanto Jan como Daniel han contribuido a mi éxito empresarial y mi hija Katy contribuyó con su inmenso cariño. Daniel es hoy el vicepresidente ejecutivo del grupo.
Eso, señoras y señores, es mi historia empresarial, acortada al máximo. Tantas cosas han sucedido que a petición de mis nietos escribí mis memorias, que serán publicadas luego. Espero que este pequeño spot publicitario no sea objetado por ICARE.
Creo que a pocos les ha tocado una montaña rusa empresarial tan movida, pero igual tengo que admitir que nunca tuve la menor intención de abandonar mi vocación de empresario.
Entiendo que ICARE al otorgarme este premio consideró mi larga trayectoria en Chile. Por eso quisiera compartir la distinción con mis socios y amigos, Rafael Mellafe, Armando Vallarino y Guillermo Schiess, ya que sin su leal y solidario apoyo, tanto en los tiempos buenos como en los malos, hoy no estaría aquí.
También quiero agradecer la eficiente colaboración que durante tantos años nos prestaron nuestros ejecutivos y todos nuestros empleados.
Quiero terminar dando un pequeño concejo a los empresarios jóvenes que recién están subiéndose a la montaña rusa del libre mercado:
Cumplan siempre sus compromisos.
No tengan miedo de admitir y reconocer sus dificultades.
No se pongan prepotentes cuando tengan éxito y recuerden que la sensación de éxito no es sólo acumulando riqueza.
El verdadero y más perdurable éxito de un empresario esta en el sentir que siempre actuó con honradez, que siempre defendió los valores morales y que siempre tuvo conciencia de que su esfuerzo contribuye no solo al bienestar de su familia, sino también al de sus trabajadores y en el fondo contribuye al bienestar del país entero.