Autoridades, amigas y amigos:Autoridades, amigas y amigos:

Cuando me comunicaron que había sido elegido para el premio ICARE 2003 en la categoría Empresario, sentí la natural emoción de toda persona que obtiene un galardón después de haber dedicado toda su vida a la noble tarea de crear empresas, lo que -en verdad- más que un trabajo, constituye para mí una pasión. Aún más, cuando recordé la misión que esta prestigiosa organización tiene: aquella de promover los principios, valores y conceptos que inspiran el desarrollo de la empresa privada como agente de progreso nacional, me di cuenta que además esto es una tremenda responsabilidad.

Personalmente nunca he buscado la exposición pública, y los empresarios normalmente preferimos abocarnos a nuestro trabajo. Un trabajo que en mi caso iniciaron mis antepasados que llegaron desde Belén, en Palestina.

Mi familia echó raíces en el siglo XIX en Perú, Bolivia y especialmente en Chile, país al que pertenecemos y queremos con toda nuestra alma.  Aquí hemos desarrollado empresas industriales, inmobiliarias, comerciales y financieras.  Mi abuelo Issa Said se inició en ellas como pequeño empresario, formando a sus descendientes en el rigor del trabajo y del emprendimiento.  Esa enseñanza la recibí de mi padre y de sus hermanos que trabajaron estrechamente vinculados, lo que se ha proyectado en nuestra generación.

En mi vida empresarial  he desarrollado muchas actividades. En algunas he tenido el éxito esperado  y en otras no lo he logrado completamente, como es habitual en nuestro trabajo.  En ellas he conocido la lealtad y la amistad sin condiciones. He experimentado grandes alegrías y a veces penas y dolores. Pero con tenacidad y perseverancia he procurado mantenerme siempre en la senda que aprendí en el seno de mi familia. Al mirar hoy el camino recorrido, sólo puedo expresar con certeza que en todo momento me he entregado por entero a ser empresario. Lo siento como una forma de contribuir al engrandecimiento del país, creando empleo, generando una mejor calidad de vida para muchos, y especialmente inculcando valores permanentes en nuestro quehacer.
Estos propósitos me llevan a centrar la atención en  los desafíos más importantes que pienso tiene la empresa en este siglo que recién se inicia.

Hasta hoy en algunos círculos se sigue entendiendo a la empresa como una organización destinada a maximizar las ganancias para sus accionistas. Quien así lo cree no sólo tiene una visión equivocada, sino que alimenta una imagen distorsionada del rol del empresario. La empresa entiende cada vez más que sus accionistas son sus socios, quienes trabajan en ella,  sus proveedores y clientes, y también los miembros de la sociedad  en que se desenvuelve, respecto de la cual se tiene una especial responsabilidad.  Esto queda demostrado por la solidez que alcanzan muchas compañías en imagen corporativa, cuando detrás de ellas hay, además de un negocio, una cultura de trabajo y de servicio a la comunidad.
La obligación de todo empresario es emprender, aprovechar a través del capital humano y del capital financiero y tecnológico, todas las oportunidades que hay en cada una de sus áreas de actividad.  Innovar siempre, buscar alternativas inexploradas, ser más eficiente, anticiparse a los nuevos desafíos, y hacer cada día mejor las cosas, deben ser nuestro camino.  Porque el rol de todo empresario es la creación de riquezas, que después de todo es el motor del desarrollo. Pero esta responsabilidad no termina ahí, no puede terminar en el mero éxito económico. Más que el valor material de las cosas, importa el bien que nuestros actos dejan en los demás. En nuestras acciones debemos reflejar un deseo de servir más que de controlar, una capacidad de escuchar más que de mandar, procurando transmitir felicidad y confianza en todos los ámbitos, en suma, procurar “ser más que tener más”.

Es importante destacar que nada de lo anterior se obtiene sin mantener un comportamiento estrictamente ético. Los mercados, los inversionistas, los propios clientes y la sociedad, en general, castigan la falta de transparencia, por lo que la cultura de cualquier empresa, pequeña, mediana o grande, debe estar impregnada por consideraciones éticas, morales y sociales.

Los nuevos tiempos, los desafíos de la globalización, nos llaman a ampliar el concepto de ética que normalmente usamos y profundizarlo para que empape todas nuestras actividades. Como nunca los empresarios debemos procurar ser hoy ejemplo de una ética fortalecida, con pleno respeto por la verdad y fidelidad a la palabra empeñada.  Esto implica una honradez a toda prueba y el rechazo a cualquier forma de corrupción. Sólo así los negocios, tanto dentro del país como con el exterior, pueden ser fluidos, porque se basarán sobre una confianza sólida.

La ética también nos invita a fortalecer las relaciones humanas.  Un empresario debe ser capaz de crear equipos donde existan relaciones respetuosas entre las personas.  Por eso ha de comprender que su misión de dirección y mando es un modo de servicio y no un camino de autopromoción.

También es un imperativo ético actual que habiendo el empresario recibido una formación y teniendo las capacidades, tenga una visión que va más allá de los límites de su propia empresa y asuma la responsabilidad en el bien común del país.  Supone tener conciencia cabal de los problemas mayores, entre ellos el problema de la pobreza y desigualdad de oportunidades.

Porque en última instancia,  la ética es una visión total del hombre, es importante que el empresario sea sensible a la cultura y pueda apoyar las iniciativas en ese ámbito.
Es un desafío ético, para nosotros empresarios, armonizar la integración personal con las responsabilidades sociales y económicas que nos incumben.

Chile está hoy en un tránsito inigualable hacia un futuro más próspero. La historia nos muestra que pese a los acontecimientos propios de la contingencia, estamos alcanzando un grado de madurez política y económica que debe llevarnos al desarrollo. Con matices, el esquema económico encuentra un amplio grado de respaldo y la clase política es capaz de dar seguridades de que quien esté en el poder, puede administrar el país responsablemente.
Como toda sociedad tenemos episodios diarios que reflejan nuestras diferencias. Pero son discusiones dentro del marco de una democracia, que corresponden a legítimas disparidades de opinión que deben existir en una comunidad viva y activa.
Lo realmente importante es que esta atmósfera estable nos da la oportunidad de llevar al país a un estado que nunca antes ha tenido en su historia, construyendo bases sólidas en las que jueguen un rol relevante la educación, el desarrollo científico y tecnológico y la capacidad de elaborar acuerdos amplios y duraderos.

En la medida que entendamos que este momento de la historia puede ser irrepetible, y actuemos en consecuencia, podremos dejar un legado que nuestros hijos y nietos agradecerán. Hagamos un esfuerzo por encontrar aquellos puntos de concordancia y llevemos de una vez por todas a Chile por el camino que desde hace mucho tiempo se merece: el del desarrollo de una sociedad plena de oportunidades para todos y más orgullosa de sí misma.

No puedo terminar estas palabras sin hacer un muy sincero reconocimiento a todos quienes me han acompañado en esta tarea de ser empresario.  Quienes han sido y son mis socios y, por supuesto, a todos los que han trabajado y trabajan en nuestras empresas y que son quienes dan vida a esta labor apasionante.

También debo agradecer a quienes han estado junto a mí en este camino, partiendo por mis padres y mis hermanas; pero muy especialmente a mi mujer Isabel Margarita; a mis  hijas Isabel, Constanza y Loreto y a mi hijo Salvador, que sin sus apoyos y comprensión incondicional, y muchas veces sacrificada,  nada de esto hubiese sido posible.
Comparto con todos ellos esta distinción.

Finalmente, quiero reiterar mis agradecimientos a ICARE por este premio que recibo en representación de todos quienes han sido parte de las industrias y sociedades en que me ha tocado participar.
Quiero también destacar  como ignaciano la feliz coincidencia de recibir este premio el día de San Ignacio.
Agradezco a Dios, a mi familia y a todos ustedes por encontrarme en esta honrosa circunstancia que, les reitero, me emociona y me compromete.

Muchas gracias.