Agradezco profundamente a ICARE la distinción que me ha conferido y me siento honrado al recibirla, en compañía de empresarios de tanto prestigio.
Al agradecer este reconocimiento, no puedo dejar de recordar a mis padres y expresar mi gratitud a todos aquellos que me han enseñado con su ejemplo, a los que me antecedieron y a los colaboradores en las empresas que dirijo.
Estoy cierto que ICARE, al otorgarme esta distinción, ha considerado mi trayectoria, estrechamente unida a todas las personas que han hecho posible la proyección de los valores de Viña Concha y Toro, empresa a la que he dedicado gran parte de mi vida.
Inicie mis actividades de negocio en la Corredora de Bolsa, Irarrázaval y Rodríguez, que me nombró, en el año 1944, como su representante en Argentina. Ello me permitió tomar contacto con empresarios de ambos países y apreciar los beneficios de ampliar los mercados.
Mi primera gestión empresarial fue en la mina Botón de Oro de Coquimbo, directamente vinculada a la exportación de mineral de hierro de alta calidad.
En 1957 ingrese al Directorio de Viña Concha Y Toro, a la cual he aportado mis mejores esfuerzos por espacio de 38 años.
Los cambios de la vitivinicultura chilena hicieron que, de las grandes viñas fundadas a fines de siglo pasado, sean escasas las que hoy mantienen sus vínculos con las familias fundadoras. Entre las continuadoras de esas tradiciones, destaco las viñas Cousiño Macul, Undurraga y Concha y Toro.
La familia heredera de Don Melchor Concha y Toro, tuvo la extraordinaria visión de transformar la empresa en sociedad anónima en 1921.
Al incorporarme a su directorio, me correspondió trabajar con dos distinguidos representantes de esa familia, que siempre supieron armonizar el interés particular con el servicio del país: Don Fernando Aldunate Errazuriz, que fue director durante 54 años –tal vez uno de los períodos más largos ejercidos por Director alguno de sociedad anónima en Chile- y Don Mariano Fontecilla Varas, Director desde 1928, cuyos descendientes me acompañan hasta hoy. Menciono, además a Don Julio Subercaseaux Aldunate, Director desde 1950 hasta su fallecimiento, en 1985.
A ellos debo mucho de mis conocimientos en este negocio; y el apoyo permanente a nuestra gestión empresarial.
Durante todos estos años he trabajado y creído firmemente en el potencial de Chile como productor de vinos de calidad mundial. Esa seguridad me llevó a orientar tempranamente a la compañía hacia los mercados externos.
En 1960, convencido de las ventajas del comercio internacional y aprovechando las oportunidades abiertas por el tratado ALALC, iniciamos nuestra presencia en América del sur, prosiguiendo a mediados de la década de los 70 y en circunstancias mas favorables, a Estados Unidos y Canadá, para terminar, en los años 80, con Europa y Asia, llegando hoy a 55 países.
La perseverancia, durante todo este tiempo, para desarrollar los mercados externos, ha dado sus frutos.
Hoy sentimos el orgullo de ser la primera empresa exportadora de vinos del país y de haber hecho, de Concha y Toro, la marca de productos de exportación más conocida de Chile.
La iniciativa exportadora cimentó el crecimiento de la viña sobre bases solidas; aumentó la demanda; permitió incorporar avanzadas tecnologías; exigió mantener la más elevada calidad; modernizo la gestión y nos dio la fortaleza para sortear todo tipo de obstáculos, incluyendo los difíciles años 70 al 73, cuando la intervención de hecho nos puso en un duro trance.
En todo tiempo, ha sido fundamental contar con armoniosas relaciones laborales, uniendo la experiencia a la capacitación; lo que ha significado mejores condiciones de productividad para la empresa y de bienestar para sus trabajadores.
Con la mayor satisfacción puedo señalar que, a lo largo de mi vinculación con la viña, el entendimiento, entre todos los que trabajamos, ha sido un objetivo compartido, para establecer un clima de armonía que nos enorgullece.
Los éxitos de la pionera vocación exportadora significaron grandes logros. Fue así como en 1986, el directorio acordó la creación de dos nuevas sociedades anónimas, nacidas de Concha y Toro: Frutícola Viconto y Bodegas y Viñedos Santa Emiliana, los que nos ha permitido una más eficiente penetración en los mercados internacionales.
El año pasado, cumplimos otro anhelo: logramos una exitosa colocación de las acciones de Concha y Toro, para ser transadas en la bolsa de nueva york, bajo la modalidad de ADR’s.
Esta inyección de capital, consolida los programas de desarrollo e inversión que hemos venido incrementando desde 1992 y que nos llevaran a producir, en 3 años más, alrededor de 28 millones de kilos de uva, comparados a los 11 millones de la actual temporada, asegurando así una alta y permanente calidad de nuestros vinos.
Siempre he creído que chile cuenta con recursos naturales y humanos excepcionales para la actividad vitivinícola y he sentido que es nuestra obligación desarrollarlos.
He querido enlazar mi vida empresarial con el desarrollo de Viña Concha y Toro, tal vez atraído por este mundo del vino, que tiene ese signo tan particular de guardar y recrear tradiciones y lazos. Me ha permitido la divina providencia compartir este trabajo con valiosos colaboradores, entre los que se cuentan mis cuatro hijos y un yerno.
Quisiera dedicar esta distinción, en primer término, a mi señora y a mis hijos, como asimismo a la gran familia Concha y Toro que me han acompañado con lealtad, inteligencia y esfuerzo.
Renuevo mis agradecimientos a ICARE, y a todos ustedes por vuestra presencia en este acto y también por su paciencia para escuchar mis palabras.