Confundido estuve cuando recibí la noticia y aún lo estoy, por estárseme distinguiendo con el premio ICARE en la Categoría Empresario.
Confundido porque trabajo en permanente autocrítica sobre si mi actuar es correcto o incorrecto, obteniendo normalmente como resultado que falta un largo trecho de aprendizaje y de acción para que las cosas resulten como debe ser.
Grato y a la vez peligroso es el halago ya que estimula la vanidad , pudiendo torcer el camino trazado.
Yo provengo de una familia alemana bien formada, con antepasados profesionales universitarios, empresarios y maestros de oficios. Fuimos 8 hermanos. La guerra y sus consecuencias truncaron el camino y nos hicieron llegar a este continente solo con lo que llevábamos puesto, pero llenos de esperanza y ánimo para reponer lo perdido y para crear un nuevo futuro.
La guerra, la posterior ocupación del país, el hambre y una madre ejemplar que cuidaba sus pollitos, ya que nuestro padre estaba en el frente y después en campos de prisionero, nos enseñaron a cuidar, defender y alimentarnos.
Durante la guerra aprendimos a reconocer el tipo de las bombas enemigas que nos tiraban y cercanía hacia donde estábamos por el zumbido que producían al caer; de día, yendo al colegio, juntábamos los restos de los aviadores que habían sido alcanzados por la defensa, enterrándolos en pequeñas sepulturas a orillas de camino. Aprendimos durante la ocupación a movernos como lauchas, ocultos entre el pasto, arbustos y árboles cuando nos disparaban, para llegar incólume a nuestro destino.
Así también huimos de Alemania, pasando a escondidas y de noche las fronteras de Austria y de Italia, en una hazaña de valor que jamás podremos dejar de reconocer a nuestra madre, la que sola había emprendido este camino con sus 7 hijos, todos menores de edad, por la desesperación de no poder brindarles un futuro en Alemania.
Los mayores no pudimos seguir estudiando, pero la cruda realidad y nuestros padres nos enseñaron lo que para la vida necesitábamos.
En mi vida he hecho muchas cosas. Empecé a los once años a trabajar en el campo para obtener comida, al igual como mis hermanos. A los 14 ingresé de obrero en una fábrica de puertas en Argentina y como tal obtuve el carné de miembro del sindicato de trabajadores de la madera. A los quince ingrese como aprendiz a una mueblería artística.
Ya en chile, a los 16, fui aprendiz en la Cooperativa Lechera de la Unión, a los 18 aprendiz en el Hotel Crillón. Ayudaba junto a mis hermanos, a atender los clientes que visitaban el Club Alemán y Hotel de la Unión, de los que mis padres fueron, gracias a la ayuda y la confianza de algunos chileno-alemanes de esa ciudad, concesionarios.
En 1952, al comprar mi padre el Restaurant Las Brisas de Temuco, ayudamos en su administración y desarrollo, hasta transformarlo en 1961 en supermercado junto a mi hermano Horst, ya que nuestro padre había fallecido años antes. En este nuevo rubro ambos hemos tenido éxito, muchos dolores de estomago y muchas satisfacciones.
Hoy, ya mayor y marcado con la sabiduría de la experiencia, miro con gratitud el pasado, a mi entorno, a este hermosos país llamado Chile que nos acogió y a su gente.
Si bien soy alemán, tengo a este país, patria de mis hijos y de Rosemarie, mi mujer, en el corazón y aspiro ser tan buen chileno como todos ellos.
De mis empresas lo que más aprecio, mas allá del éxito monetario, es a la gente que me acompaña, colabora y cofia en mí. Sólo gracias a ellos he podido incursionar en tantas actividades. El afecto y respeto mutuo que sentimos es la joya más preciosa que poseemos y queremos cuidar.
Buscamos la perfección de la persona y estamos empeñados en este momento en una completa reingeniería para lograrlo.
La empresa es un ser viviente en permanente evolución. Es caprichosa y fiel a la vez. Es como el amor que jamás hay que descuidar.
Ruego perdonen la extensión de mis palabras, gracias señor Presidente, Directores y miembros de ICARE que hoy día me han distinguido, distinción que yo no busque pero acepto gustoso en reconocimiento al equipo humano que me acompaña en mis empresas, a Rosemarie mi esposa e hijos a los que he faltado como marido y padre por dedicarme al trabajo, y por mis padres, quienes me han inculcado los valores que hoy día son premiados.