Neurocientíficos han descubierto cómo el cerebro aprende tareas físicas, incluso con ausencia de movimiento real en el mundo. Esto podría hacer que una persona llevara su mente al lugar de partida correcto. Tras esto, la dejaría lista para ejecutar de manera perfecta lo que sigue con un proceso llamado «entrenamiento mental».

Los psicólogos y atletas saben que funciona: imaginarnos haciendo rutinas, como acrobacias en skate, aumenta nuestras oportunidades de éxito.

«El entrenamiento mental es tentador, pero difícil de estudiar», dice Saurabh Vyas, un graduado en bioingeniería de la Universidad de Stanford y el autor principal de un nuevo estudio publicado en Neuron. Esto, porque no hay manera fácil de mirar el cerebro de una persona mientras esta se imagina practicando alguna actividad.

«Aquí es donde pensamos que interfaces cerebro-máquina pueden ser esos lentes. Estas te dan la habilidad de ver lo que el cerebro hace incluso cuando no hay movimiento físico», dice.

Estos resultados podrían indicar el camino hacia un entendimiento más profundo de lo que es el entrenamiento mental. Los investigadores creen que, además, los hallazgos podrían llevarnos a un futuro donde interfaces cerebro-máquina, usualmente pensadas como prótesis para personas con parálisis, son también herramientas para entender el cerebro, dice el autor Krishna Shenoy, un profesor de la Escuela de Ingeniería de Stanford y miembro de Stanford Bio-X y del Instituto de Neurociencia de Stanford.

Del entrenamiento mental a la acción

La idea del estudio vino mientras pensaba cómo las personas aprenden a usar interfaces cerebro-máquinas para realizar tareas, dice Vyas. En una típica situación, un humano, o muy frecuentemente un mono, tiene que aprender a mover un cursor al rededor de una pantalla de computador utilizando sólo patrones de actividad en el cerebro, no las manos ni cualquier otro movimiento. Esto hizo pensar a Vyas si ese entrenamiento mental podría transferirse a movimientos físicos.

«El mono está simplemente sentado ahí pensando, y mientras lo hace está constantemente mejorando» en mover el cursor, dice Vyas. «Una pregunta aparece inmediatamente: ¿Qué pasa si cambiamos de contexto, a uno en el cual tenga que generar actividad muscular? ¿Ves los efectos de ese aprendizaje en este nuevo contexto?»

La respuesta corta es sí, el aprendizaje mental se transfiere al desempeño físico. Así lo comprobó con dos monos que movieron primero el cursor mentalmente por la pantalla del computador, y luego lograron hacer lo mismo moviendo sus manos. Esto mostró que estaban haciendo algo como entrenamiento mental, dijo Vyas. Lo que aprendieron a hacer con su mente luego pudieron hacerlo con sus manos.

Una nueva herramienta

«Hay diferencias clave entre nuestro paradigma y el verdadero entrenamiento mental», dice Vyas, y hay razones para ser precavidos interpretando estos resultados de manera amplia. Esto porque por un lado no puedes simplemente pedirle a un mono que se imagine realizando una actividad física, como sí podrías con una persona. Por otro lado, entrenar mentalmente una tarea no es lo mismo que usar una interfaz cerebro-máquina para hacerla. En este último caso, la gente recibe feedback de cómo lo está haciendo, algo que sólo pueden imaginar en el entrenamiento mental.

Los siguientes pasos, dicen Shenoy y Vyas, son descifrar cómo el entrenamiento mental se relaciona con practicar con una interfaz cerebro-máquina, y cómo la preparación mental, el ingrediente clave en transferir esa práctica a movimientos físicos, se relaciona con el movimiento.

Mientras tanto, dice Shenoy, los resultados demuestran el potencial de una herramienta completamente nueva para estudiar la mente. «Es como construir una nueva herramienta y usarla para algo», dice Shenoy. «Nosotros usamos una interfaz cerebro-máquina para investigar y avanzar en una ciencia básica, y eso es súper emocionante».